Entierro este sábado en San Petersburgo de los marinos muertos el pasado 1 de julio en un submarino ruso
Un incendio iniciado en el compartimento de baterías del submarino nuclear ruso AC-31 se extiende rápidamente por la nave. La tripulación trata de extinguirlo. El capitán de segundo rango Dmitri Soloviov decide sacar de la zona afectada a un especialista civil que se encontraba a bordo. Y cierra la escotilla para evitar que las llamas se propaguen, protegiendo también el reactor nuclear. Soloviov no sobrevivió. Murió a causa de los gases tóxicos junto a otros 13 militares de élite, según afirma el Ministerio de Defensa de Rusia. El Gobierno ha declarado alto secreto el caso, pero la tragedia ha puesto bajo el foco al submarino nuclear —un proyecto único y clasificado apodado Loshárik— y la misión que realizaba.
El Loshárik se ha considerado durante años el submarino más secreto de Rusia. Sus características reales y su función son todavía una incógnita. Defensa, que jamás ha desvelado el nombre auténtico de la nave, afirma que se trata de un “sumergible de investigación, designado para estudiar el lecho marino y del océano, en interés de la Armada rusa”. Pero el AC-31, advierten los analistas militares, es una nave fuera de lo común con un equipo formado por estrellas militares. Su tripulación forma parte de la unidad 45707, una clave bajo la que se oculta un servicio especial de inteligencia militar submarina de la Dirección General de Aguas Profundas, que responde directamente ante el Ministerio de Defensa.
Agentes especiales submarinos que llevaban a cabo una misión de alto secreto y sumamente delicada, apunta Alexander Golts. El Loshárik aparece en documentos de la inteligencia de Estados Unidos y de la OTAN como sospechoso de tratar de aprovechar, interceptar o incluso de cortar cables de fibra óptica submarinos que transportan el tráfico transatlántico de Internet. También de ir tras los dispositivos acústicos que Estados Unidos y la Alianza Atlántica han desplegado en el océano para rastrear sumergibles.
Los 14 militares de élite fueron enterrados este sábado en San Petersburgo, en una ceremonia a puerta cerrada en el cementerio de Serafimovski, cerca del monumento a los 118 fallecidos en el año 2000 en el submarino nuclear Kursk. Una tragedia que la ciudadanía rusa ha recordado con el Loshárik, y cuyos errores el Gobierno ruso busca evitar, conjugando el alto secreto del caso con pinceladas de transparencia.
Fuente: www.elpais.com