"Hemos pasado de la negación, de decir 'qué exagerados, esto es solo una gripe', a la preocupación total".
Así describe la periodista uruguaya Caterina Notargiovanni la situación de Italia, país en el que reside y cuyos 60 millones de habitantes están sometidos desde el martes a medidas de aislamiento con el objetivo de ralentizar la propagación del covid-19.
"Es nuestra hora más oscura, pero lo lograremos", aseguraba el lunes el primer ministro de Italia Giuseppe Conte en una entrevista con el diario La Repubblica, repitiendo las célebres palabras del que fuera primer ministro británico, Winston Churchill.
Más tarde, en un mensaje televisivo, el dirigente italiano anunció que su gobierno ampliaría a todas las regiones del país las medidas de emergencia para contener el brote del nuevo coronavirus, que incluyen restricciones de viaje y la prohibición de reuniones públicas.
"No habrá una zona roja, una zona restringida del país y otra no. Italia estará protegida en su conjunto. Se trata de evitar los movimientos en toda la península, con excepción de casos de necesidad, por motivos laborales o de salud", agregó.
Notargiovanni es una de los cientos de miles de latinoamericanos que hacen vida en Italia y ha visto cómo el día a día en Milán, el motor económico del país, ha resultado afectado por el brote.
"Actualmente los bares y los restaurantes se encuentran vacíos, y las calles desiertas. Mucha gente no sabe si puede seguir trabajando o no. Hay un sentimiento de tristeza y mucha preocupación", dice la periodista.
Explica que todo ocurrió en distintas etapas.
"Primero el gobierno ordenó cerrar los bares a las 6pm, lo cual causó un impacto económico importante en la región, y a esto se le sumaron cancelaciones en hoteles y el hecho de que nadie salía a gastar en pubs ni en locales de comida".
Quedarse en casa
Esto hizo que el alcalde de Milán Giuseppe Sala lanzara la campaña Milano non si ferma, ("Milán no para", en español), para intentar contener el desgaste económico, anunciándole al mundo que la ciudad y su gente seguían abiertas y en total funcionamiento.
Pero a medida que los casos seguían creciendo en la región noroccidental de Lombardía, una de las más perjudicadas, el mensaje cambió. Ahora, la consigna es Io resto a casa ("Yo me quedo en casa").
Italia es el país con más muertes confirmadas después de China, lugar donde se originó la epidemia.
Las infecciones confirmadas también aumentaron en un 24% desde el domingo, según cifras oficiales, y las autoridades italianas ya han confirmado casos del nuevo coronavirus en cada una de las 20 regiones del país.
"La única manera de parar este virus es que cada uno de nosotros haga el esfuerzo de quedarse en casa. Pero los italianos y los latinos somos muy parecidos. Hasta el día que el gobierno anunció el bloqueo de entrada y salida de tu zona de residencia, la gente todavía tenía esta actitud de 'vamos arriba, no pasa nada'".
Pero después del anuncio todo cambió.
¿Volver a América Latina?
Como profesora de español en Italia, los ingresos de Notargiovanni se redujeron como consecuencia de la medida. "Hace tres semanas que no doy clases, así que mi vida económica está afectada al 100%; en este momento no estoy ganando dinero".
Su familia le ha "rogado" que vuelva a Uruguay, pero no lo ha hecho por dos motivos: no tiene ganas de estar en un aeropuerto ni de meterse en un avión, exponiéndose a una infección, y tampoco quiere llevar el virus a su país, en el caso de que lo contrajera.
"Es importante que en América Latina se entienda que Lombardía cuenta con uno de los mejores sistemas de salud del continente, y aún así está colapsando", dice.
"Entonces, lo mejor es quedarse quieto, tener paciencia y esperar a que pase. Moviéndonos corremos el riesgo de llevar el virus con nosotros a donde sea que vayamos", dice.
Esta uruguaya afirma sentirse preocupada, con mucha ansiedad, especialmente porque pertenece a una población de alto riesgo: sufrió una grave complicación respiratoria hace cinco años.
La "rebeldía" se acabó
Fernanda Aguirre, una chilena de 36 años, comparte las mismas preocupaciones que Notargiovanni.
"Aunque en este momento no tenemos ningún amigo ni familiar enfermo, vamos a estar un mes, o dos, sin poder tener una vida normal ni salir con libertad", explica.
Ella vive en el céntrico barrio milanés de Porta Venezia, donde explica que antes del anuncio había una especie de "rebeldía", pues la gente todavía salía en las noches. Pero esto se acabó: "El cambio fue radical".
Recientemente, Aguirre decidió abandonar la capital de Lombardía junto con su marido y su bebé de dos meses y "refugiarse" en una casa en Azzate, una pequeña población en las afueras de la segunda ciudad italiana.
La responsabilidad de no contagiar
Su madre, que estaba de visita en Italia, también decidió "huir" del país y regresar a Chile dos días antes de lo previsto.
"Adelantó su viaje para el domingo, en lugar del martes, y luego le llegó un mensaje a su celular que decía que su vuelo (del martes)había sido cancelado".
La mamá de Aguirre tiene 65 años, una edad que la convierte en población de alto riesgo de contraer una enfermedad severa por coronavirus, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
"Se salvó. Si no se hubiera ido el domingo, no habría podido viajar hasta nuevo aviso", asegura su hija.
Aparte de temer por su propia salud, Aguirre dice que también siente la responsabilidad de no contraer el virus para no contagiar a los demás: "Ni a mi hija de dos meses ni a las personas mayores de 65 especialmente".
No obstante, ella le ve un lado positivo a esta crisis.
"Nos obliga a estar en familia, a estar más en casa. La comunicación online también se ha multiplicado, ahora hablo con muchas más personas por teléfono e internet."
Miedo y preocupación
Nicolás Mijares vive en el Chinatown milanés, donde reside una de las comunidades chinas más grandes de Italia, y asegura que sus calles están desiertas: "Cerraron todo".
Este venezolano de 32 años ha sido testigo del cambio de estilo de vida en esa ciudad, y cuenta cómo esta cambió con sobre todo con el reciente anuncio del primer ministro.
"La gente acudió a los supermercados a comprar artículos de primera necesidad, artículos de limpieza personal, comida, enlatados, etc., pero de un modo que nunca antes se había visto. Algunos italianos que conozco me dijeron que ni durante la guerra se vio una situación parecida".
Su vida laboral cambió, pues ahora da las clases de español de manera remota desde casa.
Sus actividades sociales también se redujeron. Ahora solamente se comunica con sus familiares y amigos por teléfono, redes sociales o WhatsApp.
Familia preocupada
"Es imposible tener una vida social como se tenía antes, porque todo está cerrado. Los ciudadanos estamos obligados a adoptar otros estilos de vida, con el objetivo de solucionar este problema que nos afecta a todos"
Mijares dice que la crisis por el coronavirus también le ha causado desvelo. "He tenido un poco de paranoia. Me ha pasado que me cuesta dormir en las noches, algunas veces preguntándome si lo tengo (el virus). De hecho, todavía me pasa".
"Creo que es algo que todos hemos pensado en algún momento. ¿En qué momento Italia llegó a esto?", se pregunta, al mismo tiempo que lamenta que ahora su único contacto con el exterior sean sus no tan frecuentes viajes a supermercados pocos frecuentados "para evitar contraer el virus".
Su familia en Caracas está aun más preocupada que él, por la información que les llega, sostiene.
Pero el caraqueño trata de tranquilizarlos diciéndoles que si bien el número de casos sigue aumentando en Italia, él está bien y sigue al pie de la letra las medidas de precaución recomendadas por el gobierno italiano.
Fuente: www.bbc.com/