Mejor tenista argentino de la historia, el gran Vilas atraviesa un deterioro cognitivo. A los 67 años, revelamos qué le pasa y cómo vive con su familia en Mónaco.
El legado de Guillermo Vilas está presente en cada célula de quien juega al tenis en la Argentina. Es el padre de la criatura del deporte blanco en nuestro país, desde la TV a color en adelante, y unos años menos también. Por su obsesión para ser el mejor, su capacidad de entrenamiento, su ancho brazo izquierdo, sus triunfos; la vincha, el pelo largo; sus amoríos, su música, los poemas. Este personaje riquísimo, completo, de los que son hasta más conocidos que el país al que representan, está atravesando un momento difícil. Y duele.
El Gran Willy se encuentra “contenido” por su familia en Mónaco, donde desde hace un largo tiempo pasa los días lejos de una exposición de la que supo hacer magia con las palabras, como cuando golpeaba la pelota de espaldas por entre las piernas. Su estado de salud se mantiene bajo llave dentro de la residencia monegasca, y sólo sale en forma de posteos en el Instagram de Phian, la esposa de Guillermo. Pero Vilas no es el Vilas de antes, el verborrágico, el poeta, el que dibujaba un arcoiris con vocales y consonantes. Con 67 años, se encuentra en una etapa importante de una patología coincidente con un deterioro cognitivo, lo cual se le viene manifestando hace años y hoy lo acosa, según cuentan quienes pueden acceder a alguna información que brota a cuentagotas desde su casa en el Principado.
El ex jugador y capitán argentino de Copa Davis, quien formó pareja de dobles con Guillermo, no hablaba por boca de ganso, sino por conocimiento de causa, y no sólo por Vilas en sí, sino por haber sido testigo directo de esa enfermedad de otra persona cercana a él.
No es un tema fácil; se trata de un ídolo y en un ambiente que acumula algunos secretos bajo el polvo de ladrillo. Sin embargo, los testimonios llegan desde ese mismo medio con hechos que ya habían sucedido en Buenos Aires, antes de la mudanza a Mónaco.
Se recogieron aseveraciones duras: “Físicamente no se nota, pero está muy deteriorado. Su salud mental está cada vez peor. Tiene algunos momentos de lucidez pero no tiene plena conciencia de lo que sucede a su alrededor, incluso ha llegado a desconocer a amigos. Tiene momentos en los que no puede mantener el hilo de una conversación”.
Salen más relatos que van atando los cabos. Quizá el primer mojón de esta triste ruta pudo haber sido casualidad. O no. En septiembre del 2015, Vilas dio una entrevista en Perros de la calle, en la que no pudo precisar la edad de sus entonces tres hijas ni el nombre de una de ellas, lo cual motivó carcajadas ingenuas de sus interlocutores, incluso de Gastón Gaudio, que solía participar del programa. Andy Kusnetzoff, con mucho tacto, derivó el tema hacia otro lado.
Pocos meses después, en febrero del 2016, Vilas fue homenajeado en el Lawn Tennis Club, cuya cancha central lleva su nombre. Alguien muy conocido del marplatense se acuerda... “Guillermo empezó a hablar de que había llegado en tren a Buenos Aires, después dijo que había sido en auto. Se perdía bastante, algo que a él antes no le ocurría, porque hablando era un crack más allá de algún divague existencial de los suyos. Iba caminando de un lado al otro y lo tenían que orientar, estaba como perdido...”.
No mucho tiempo después ocurrió algo que el interlocutor que charló no se va a olvidar jamás: “Se estaba yendo del estacionamiento del Lawn Tennis, manejando, hasta que llegó al portón... y no pudo cruzarlo. El auto quedó frenado ahí hasta que su mujer se bajó, lo corrió hacia el lado del acompañante y manejó ella. ¿¡Cuándo Guillermo iba a dejar manejar a la mujer!?”.
También hay relatos de un doble mixto a beneficio en el que le seguía pegando con clase a la pelotita pero se perdía en el resultado y hasta a qué lado de la cancha debía ir para sacar. O del que fue un inseparable amigo, entrenador de Copa Davis, que, incrédulo y triste, confesó: “Guillermo no me reconoció”.
Las apariciones públicas de Vilas se cortaron hace mucho tiempo. El 2 de octubre del 2019 se vio un video en las redes de un encuentro de él con Bjorn Borg, uno de sus rivales de los 70/80. No había sonido, ambos se reían en una imagen que apenas duró siete segundos y se filmó en un café de Mónaco. Lo demás, y menos, son fotos con la familia que aparecen en sus redes sociales. La más actual es del 21 de marzo, el Gran Willy sonriendo junto con Guillermo Jr, su cuarto hijo, único varón, de tres años. Sus hermanas mayores son Andanin, Lalindao e Intila.
Vilas tiene colaboradores que le dan una mano en su carrera y hasta son cercanos a la familia. Con ellos -sin conocer esta situación aún-, se hizo el intento para entrevistar a Vilas. La respuesta fue: “A Guillermo no lo molesto ni yo. Con él no hay notas, seguro. No vas a poder llegar hasta él, está muy contenido”. Un colega del ambiente agregó: “Hay lugares en donde prefiero no meterme. Si no hablan ellos... Lo respeto tanto que hoy no lo buscaría ni para una nota. Ni siquiera me intentaría acercar, pudiendo hacerlo. Está muy deteriorado...”.
Quienes hablan de esta patología cuentan que no hay nada peor que sacar al paciente de su rutina, que no camine las calles que habitualmente camina, no visite los lugares que habitualmente visita. Vilas perdió eso de Buenos Aires pero lo está desarrollando en Mónaco, un lugar que le es muy afín. Allí tiene su rutina, su casa, esa que él no puede vender por su cuenta. Por su estado, supo este diario, “hasta le prohibieron la firma”.
Duele.
Fuente: www.ole.com.ar/