Vladimir Putin: cómo el presidente de Rusia se convirtió en el hombre clave en la crisis de Siria-bbcenespañol.com

Cuando el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se ve en la necesidad de librarse de una situación difícil en Siria, viaja a la única capital importante en este caso: no es Washington sino Moscú.

¡Cuánto han cambiado las cosas! No hace mucho tiempo, Estados Unidos era el jugador externo que dominaba en la región. Ya no más.

El desprecio del presidente Donald Trump por la estrategia y su deseo de simplemente librar a Washington de una parte turbulenta del mundo dejó el poder estadounidense en el limbo.

Así que Turquía va a Rusia a quejarse del gobierno de Siria.

Washington ofrece a Ankara apoyo moral pero no armamento, aunque podría facilitarle un poco de munición. Por ello, Erdogan debe recorrer el camino hacia el principal aliado de Damasco: Moscú.

 

¿Por qué Erdogan necesita Putin?

El presidente ruso, Vladimir Putin, ha logrado convertirse en un jugador clave en la crisis de Siria.

Él decidió pronto desplegar su poder aéreo para evitar el colapso del régimen sirio. Y, una vez que la posición del presidente Bashar al Asad fue estabilizada, Rusia usó su fuerza aérea para ayudarle a recuperar el territorio que había perdido a menos de los rebeldes.

Idlib es ahora el último gran campo de batalla.

A diferencia de las intervenciones occidentales en Afganistán e Irak, los rusos tenían una visión clara de lo que querían hacer en Siria y estaban dispuestos a ser lo suficientemente monotemáticos (algunos dirían suficientemente brutales) para conseguirlo.

Una campaña conjunta en la que participan aviones y helicópteros militares de Rusia y Siria ha desplazado gran cantidad de población y ha destruido de forma sistemática hospitales y otras instalaciones públicas.

Emile Hokayem, un experto en temas de Oriente Medio en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), insiste en que las personas tienen que ver esto de forma clara.

"Esta catástrofe humanitaria no es una consecuencia de la lucha en Siria. Desde el principio, la estrategia del presidente Al Asad ha estado dirigida al despoblamiento", afirma.

De allí que los refugiados se hayan convertido de alguna manera en un "arma", alimentando el desgobierno y la angustia dentro de Siria, y aumentando la presión que puede ejercer sobre Turquía y la Unión Europea.

Así que ahora, con las fuerzas turcas y sirias en combate directo, ¿dónde más puede ir el presidente Erdogan para intentar negociar algún tipo de cese el fuego en Idlib?

¿Es probable que el dure el acuerdo conseguido con Putin? Seguramente no.

Pero Turquía, que controla otros enclaves en Siria, sabe que si retrocede en Idlib otros bienes raíces clave del territorio sirio (al menos desde el punto de vista de Ankara) también podrían quedar bajo ataque del régimen.

Pero a lo que me refiero aquí no es a que se repiten los problemas de Turquía sino a que hay que mirar la posición de Rusia y el reto que representa para Occidente.

 

¿Por qué Rusia apoya a Al Asad?

Siria fue un antiguo aliado de la Unión Soviética. Rusia mantiene una pequeña base naval allí y, desde su intervención militar, ahora cuenta con una base aérea muy completa así como con otras instalaciones.

Siria constituye uno de los pocos puestos de avanzada que le quedan a Moscú. Pero la alianza del presidente Putin con su homólogo sirio no se basa solamente en la historia sino en la geopolítica dura.

Si se quiere ver así, Siria es una suerte de "vitrina de exhibición" de la política de Rusia, una muestra de que Moscú mantiene su palabra y de que es un socio confiable.

El establecimiento de Rusia en Siria es también su punto de afianzamiento en toda la región.

Le ha dado la oportunidad de cortejar a Turquía -un destacado miembro de la OTAN- y de esa forma debilitar la alianza atlántica.

Frustrado por la falta de decisión de Occidente en Siria, Erdogan ha cortejado a Moscú, llegando incluso a comprar un avanzado sistema de defensa antiaérea ruso, algo que ha hecho que Ankara quedara excluido del programa de cazabombaderos F-35. Algo que solamente puede ser visto por Rusia como una buena noticia.

 

¿Cómo Putin ha reafirmado su influencia?

Para el presidente Putin, quien ve el colapso del comunismo soviético como una tragedia épica, restaurar el lugar de Rusia como uno de los principales actores mundiales es esencial. Siria ha sido un vehículo para conseguirlo.

Pero el problema para Occidente es que no se trata solamente de Siria.

La evidencia de este resurgimiento de Rusia está bastante esparcida. Putin tiene un peso importante en la crisis de Libia, donde apoya a las fuerzas del general Khalifa Haftar que se enfrentan al gobierno libio reconocido internacionalmente.

Rusia sigue siendo un apoyo clave para el régimen de Venezuela. Y, más cerca de casa, sigue jugando el rol de superpotencia de bolsillo en su propio vecindario, persiguiendo con decisión sus propios intereses en Georgia y en Ucrania.

 

¿Cómo puede responder Occidente?

Desde un punto de vista estrictamente militar, están ocurriendo muchas cosas. Las fuerzas de la OTAN se están modernizando y reconfigurando para este nuevo mundo en el que ha regresado la competencia entre las grandes potencias.

Ahora hay más fuerzas estadounidenses desplegadas en Europa y el ritmo y la escala de los ejercicios militares ha aumentado de forma significativa.

Pero este no es realmente un problema militar sino diplomático y político.

Hay un vacío de liderazgo en Occidente. El presidente Trump no tiene un verdadero interés en la geopolítica y su gobierno es, cuando menos, ambivalente hacia Rusia.

Muchos de sus funcionarios se oponen duramente a las actividades de Moscú pero el presidente en sí parece tener una notable confianza en Putin.

Alemania, envuelta en la incertidumbre política, no es el abanderado de Occidente. Tampoco lo es Reino Unido, cuyas energías están concentradas en navegar el laberinto del Brexit. ¿Entonces, quién queda?

Dando un paso adelante, Francia.

Esta semana asistí a un encuentro bastante inusual en la residencia del embajador de Francia en Londres, donde el enviado para Rusia del presidente Emmanuel Macron, el veterano diplomático francés Pierre Vimont, expuso las razones para buscar una "reactivación" de la relación con Moscú.

Esto se ha convertido en uno de los elementos centrales de la política exterior de Macron.

Escuché hablar al presidente francés durante la conferencia de seguridad de Múnich, realizada el mes pasado.

Dijo que Europa necesitaba verse a sí misma como un poder estratégico. Debería haber "una política europea para Rusia, no una política trasatlántica", dijo.

El embajador Vimont vino a Londres a poner algo de carne sobre el esqueleto de la política de Macron.

Fue quizá lo que los franceses suelen llamar un "globo de ensayo", un esfuerzo para tantear el terreno. Si fue así, se trató de un ejercicio valiente aunque inútil.

Fue el general francés Pierre Bosquet quien señaló, al ver la carga de la brigada ligera en la Guerra de Crimea a mediados del siglo XIX: "Esto es magnífico pero no es la guerra, es la locura".

La presentación de Pierre Vimont podría haber generado una respuesta similar. "Fue magnífica pero eso no es diplomacia…".

Frente a un auditorio invitado especialmente y con tres expertos altamente críticos a su lado en el podio, el enviado especial del presidente Macron fue cortésmente acribillado.

El francés insistió en que Rusia no iba a recibir un pase. Las sanciones impuestas después de que le arrebató Crimea a Ucrania seguirían vigentes. La política occidental de firmeza estaba bien posicionada pero la estrategia vinculada de dejar la puerta abierta al diálogo no había sido perseguida de forma apropiada.

"¿Qué ha hecho Rusia en términos de moderar su comportamiento -inmiscuyéndose en campañas electorales, su actividad en redes sociales, el uso de armas químicas en territorio extranjero, los ciberataques y cosas por el estilo- como para merecer un intento de reactivación de las relaciones?", preguntó un participante.

"¿Cuál, si acaso hay, es la señal que indica que Rusia estaría dispuesta a responder a una estrategia semejante mediante un cambio de su comportamiento?", preguntó otro.

Vimont mantuvo el tono amistoso pero no tenía respuestas verdaderas más que destacar la necesidad de "mirar adelante y no atrás".

"No queremos deshacernos del orden de seguridad europeo existente", dijo.

Pero la imagen que prevaleció en el auditorio fue que la iniciativa francesa simplemente iba a enredar las cosas, perturbar la cohesión de Occidente y eso sería lo que finalmente sería visto como algo muy bueno por Moscú.

Turquía tenía una urgente necesidad de hablar con los rusos.

Pero descartando un cambio fundamental por parte de Putin -en quien muchos analistas ven su antipatía hacia Occidente como parte de un esfuerzo más amplio para movilizar su apoyo interno y mantener el poder- es muy poco probable que ocurra algún acercamiento más amplio entre Rusia y Occidente, al menos por ahora.

 

Fuente: www.bbc.com/