El jefe de Gobierno no habló en toda la semana con el Presidente, después del anuncio del sábado pasado de extensión de la cuarentena. La reunión a solas con Patricia Bullrich y los frentes internos.
Hasta estas horas, Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta llevaban sin hablar más de una semana.
Nadie se anima a aventurar si fue por casualidad o por la vorágine propia de la gestión de la crisis económico y sanitaria que empieza a mostrar altos niveles de fatiga en la sociedad y en la dirigencia política. Pero el Presidente y el jefe de Gobierno porteño hablaron por última vez antes del anuncio grabado y sin acceso a los medios del pasado sábado de prolongación del aislamiento, en el que Fernández sorprendió con la habilitación de las salidas diarias y recreativas para la población general a la que casi ningún gobernador se acopló.
Rodríguez Larreta se enteró por televisión. Apenas terminó el anuncio, lo llamó Axel Kicillof, que recibió la noticia de la misma manera. Al otro día sacaron el comunicado conjunto con Santa Fe y Córdoba. “Se me pasó”, dijo veinticuatro horas después el jefe de Estado sobre la omisión de aclarar que la flexibilización se daría siempre y cuando fuera habilitada por cada gobernador.
El martes, después de algo más de 48 horas de trascendidos, el jefe de Gobierno visitó a Eduardo “Wado” de Pedro en su oficina de la Casa Rosada. Una reunión de coordinación de las acciones llevadas a cabo en el área metropolitana para mitigar el impacto del coronavirus. El ministro del Interior es el interlocutor habitual de Rodríguez Larreta con la Casa Rosada, más allá de que la pandemia abrió un canal de diálogo entre el jefe local y el Presidente que no existía y que ahora empieza a mostrar señales de agotamiento.
Según sus colaboradores, Rodríguez Larreta suele definir el vínculo con Alberto Fernández como una buena relación. “Pero hasta ahí, no chatean todos los días", explican. El jefe de Gobierno es consciente de la rivalidad política, a pesar de la pandemia. Acentuada por sus aspiraciones presidenciales al 2023, que en medio de esta crisis asoman lejanas.
En ese sentido, el jefe de la Ciudad hace equilibrio entre las urgencias internas y el vínculo con la Casa Rosada, que desde que la crisis sanitaria copó la agenda pública es seguido con recelo por el ala dura del PRO. Es decir, Mauricio Macri, Patricia Bullrich y compañía.
La semana pasada, Rodríguez Larreta y Bullrich se reunieron a solas: un encuentro extenso y privado que fue confirmado a este medio por el entorno de ambos y que, según las fuentes, sirvió para limar asperezas. Es que la ex ministra de Seguridad se erige como la principal figura del sector más reacio a la amplitud partidaria. El jefe de Gobierno, por el contrario, aspira a liderar el ala moderada del PRO, que incluye desde Emilio Monzó y los intendentes del Gran Buenos Aires hasta a Cristian Ritondo y María Eugenia Vidal.
Según las fuentes, Rodríguez Larreta y Bullrich "acordaron respetarse”. Uno el rol de oposición. El otro, el de gestión con la necesidad de coordinar con la Casa Rosada.
En la Ciudad reconocen sin embargo que los últimos días fueron erráticos en la vinculación con el Frente de Todos.
El anuncio de extensión de la cuarentena sin previo aviso de la habilitación para las salidas diarias, horas después de una larga teleconferencia de tres horas con todos los gobernadores de la que hasta el propio Rodríguez Larreta reconoció entre sus íntimos la “paciencia” del Presidente en atender una a una las exigencias de las provincias. Y la liberación de presos excusados por el coronavirus. Dos condimentos que empastaron la relación entre el oficialismo y la oposición.
Para colmo, el Gobierno porteño pretendía tener el jueves la aprobación sobre tablas del proyecto de ley de emergencia económica que faculta al Ejecutivo de la Ciudad a reasignar partidas presupuestarias, cortar contrataciones, buscar estímulos fiscales para compensar la fuerte caída de la recaudación y poder diferir el pago de los salarios más altos de la administración pública, una atribución que, por ahora, la administración local no tiene pensado. El Frente de Todos no dio los votos, presentó un despacho de minoría en la Legislatura y anunció que no acompañará esta semana la iniciativa.
Rodríguez Larreta quería un acompañamiento opositor del proyecto. Para eso había recibido una semana y media atrás en su oficina a tres de los principales legisladores porteños del bloque del Frente de Todos. “La reunión fue excelente. Después, pasaron cosas”, subraya una fuente de la bancada K. Parafrasea a Macri.
El jefe de Gobierno no estaba acostumbrado a la crisis. Hasta hace algunos meses transitaba por la abundancia presupuestaria, la complicidad del kirchnerismo en la política local -solo alterada en épocas de elecciones- y una cómoda convivencia con los medios de comunicación. Su única preocupación pasaba por saber de cuánto sería el recorte por coparticipación que le propinaría el Gobierno nacional.
La crisis sanitaria y económica, el vínculo político con la Casa Rosada, el plan para recluir a los adultos mayores, la contratación de hoteles para alojar residentes repatriados y la compra de barbijos a precios exorbitantes, que dio pie a fuertes cuestionamientos internos en su gabinete -Elisa Carrió le pidió explicaciones por teléfono-, alteraron todas esas variables.
Jaime Durán Barba, aislado en su residencia de Quito desde el inicio de la pandemia, le avisó al jefe de la Ciudad -su principal cliente en el país después de la derrota de octubre- que el plan de confinamiento estricto de adultos mayores iba a tener un fuerte rechazo social y mediático. Se lo explicó, según le confió el ecuatoriano a sus amigos, con la teoría de la parte del cerebro que reacciona con “ternura ante los adultos, los gatos y los niños".
Además, la Auditoría General de la Ciudad ensayó en estas últimas horas una por ahora incipiente rebelión interna que encendió la alarma en la sede de Uspallata. Juan Calandri, de la Coalición Cívica, y Mariela Coletta, que responde a Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti, pidieron controlar gastos y partidas durante la pandemia.
Como si fuera poco, el jefe de Gobierno sumó al menú de urgencias el creciente malestar con el que recibieron en el Poder Judicial local el proyecto que modifica las leyes orgánicas del Consejo de la Magistratura y del Ministerio Público. Y que crea una estructura con múltiples atribuciones, no solo administrativas y financieras. El manejo estará a cargo de Genoveva Ferrero, que hasta diciembre controló la caja del Ministerio de Seguridad y que reporta directo a Rodríguez Larreta: entró a la Ciudad de la mano de Edgardo Cenzón, el ex ministro que casualmente compartió en la semana un largo café con el alcalde.
Ferrero, según las fuentes, tiene buen vínculo con Juan Manuel Olmos -el jefe de Asesores de la Presidencia que tiene una fuerte influencia en la Justicia porteña-, con Daniel Angelici -que ostenta la misma injerencia- y con la Coalición Cívica de Carrió.
Rodríguez Larreta, el dirigente con mayor proyección del PRO, se debate entre las tensiones internas y la administración de su vínculo con Alberto Fernández y el Frente de Todos. Hasta ayer, colaboradores del jefe de Gobierno daban cuenta de que aún dudaba en firmar o no una solicitada impulsada por la Casa Rosada en respaldo a la negociación del Gobierno por la deuda y que la Casa Rosada quería publicar por estas horas. El anuncio en Olivos, hace dos semanas y media, lo tuvo al jefe porteño sentado junto al Presidente y a Cristina Kirchner.
Fuente: www.infobae.com/