China ha exportado cantidades récord de capital al resto del mundo, sobretodo argetnina.
Sus préstamos directos y créditos comerciales han pasado de ser casi cero en 1998 a más de US$1,6 billones en 2018. Esta cifra equivale al 2% por ciento del PIB mundial.
Pero en contra de lo que sucede con la mayoría de países, estos flujos de capital no son privados, de bancos o inversores particulares.
Son nacionales, es decir, fondos canalizados a través de empresas o entidades financieras controladas por el Estado.
La diferencia es importante porque al contrario que los inversores privados, el gigante asiático no busca solo rentabilidad cuando presta dinero.
Los compromisos financieros totales de los cinco países de Latinoamérica que más deuda han contraído con las entidades públicas chinas ascienden a más de US$133.000 millones.
Para ponerlo en perspectiva: es una cifra que supera al PIB de Ecuador.
Casi la mitad de esa cantidad corresponde a Venezuela, que con US$67.200 millones se sitúa a la cabeza de los países más endeudados con China.
Muchos de estos fondos han ido a parar a empresas mixtas formadas por compañías chinas con la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), la fórmula establecida por el gobierno para canalizar la participación extranjera en la industria petrolera venezolana.
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"Presta dinero porque lo tiene. En julio de 2016, contaba con las mayores reservas de divisas del mundo: US$3,21 billones", explica en un artículo el periodista Daniel Méndez, quien investigó a fondo el asunto y plasmó sus conclusiones en el libro "136: el plan de China en América Latina".
Préstamos por materias primas
Venezuela personifica uno de las formas de préstamo más característica de China: los préstamos ligados a recursos naturales.
En el caso de Caracas, por ejemplo, China permite devolver una parte del crédito directamente a través de la venta de petróleo (a los precios que marque el mercado en ese momento).
"Estos son los llamados loans-for-oil o préstamos por petróleo. A China le sirven para asegurar el suministro de recursos naturales y garantizarse de alguna forma el pago en caso de crisis económica", apunta Méndez a BBC Mundo.
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Esta es una fórmula que han usado muchos otros países en los últimos años en sus acuerdos internacionales.
Según los registros del centro de estudios Diálogo Interamericano, con sede en Washington, el China Development Bank destinó en septiembre de 2018 unos US$5.000 millones para desarrollos en el sector del petróleo venezolano.
Con esa cantidad, el total prestado al país latinoamericano asciende a US$67.200 millones.
Implicaciones
Los masivos flujos de capital de China hacia Latinoamérica tienen implicaciones importantes para la sostenibilidad de la deuda en los países receptores, explican los analistas del Kiel Institute.
En un informe, recuerdan lo que supuso estos flujos de capital en el pasado.
"Los flujos de préstamos chinos de 2008 a 2015 comparten similitudes con el ciclo de préstamos de la década de 1970, que no terminó felizmente una vez que los precios de las materias primas, los ingresos por exportaciones y el crecimiento económico se desplomaron en muchos de los países que se habían endeudado".
"Después de 1982, docenas de bonos soberanos cayeron en suspensión de pagos [default], lo que resultó en una "década perdida" en América Latina y en otros lugares", afirman.
Pero las preocupaciones no solo se limitan a la sostenibilidad de las cuentas de un país y su credibilidad internacional; abarcan temas sociales, ambientales y de gobierno.
"La inversión china en la región no está exenta de riesgos. Estas preocupaciones han afectado a los proyectos de infraestructura de China en Latinoamérica, generando impedimentos tanto institucionales como públicos en la finalización", explica la consultora Marsh.
Como ejemplo, cita la construcción de una represa hidroeléctrica en Santa Cruz, Argentina, que comenzó sin una evaluación de impacto ambiental y provocó que la Corte Suprema acabara frenando el proyecto.
O los planes de la refinería de petróleo de Sinopec en Moín, Costa Rica, que se enfrentaron a obstáculos institucionales similares; o el proyecto hidroeléctrico Rositas en Bolivia, que no consiguió involucrar a las comunidades locales y está en suspenso desde hace tiempo.
Balance
No obstante, desde fuera y dentro de la región también hay voces que consideran que los créditos de China ayudaron a desarrollar muchos proyectos y afirman que el efecto fue, en general, positivo.
"Es cierto que algunas [compañías chinas] han cometido errores y tienen sus fallos (...) Pero están aprendiendo y sus operaciones están mejorando... No es justo ignorar el lado positivo de todo ello", consideró Shoujun Cui, director del centro de investigación de estudios latinoamericanos de la Universidad Renmin de Pekín, en un reportaje del South China Morning Post.
Una de las ventajas de China como inversor respecto a otros países -subrayaron Cui y otros expertos al diario- es que Pekín "no interfiere en la política interna ni trata de controlar la economía local".
"China, al no imponer recetas políticas en sus tratos comerciales y financieros, brinda a sus socios latinoamericanos un espacio político para avanzar en sus propias recetas económicas y políticas", coincidió Alexander Main, director en Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Washington.
Es una colaboración menos agresiva que, por ejemplo, la de Estados Unidos.
Así y todo, pese a que los créditos de China a América Latina han crecido ampliamente en los últimos años, esa ayuda financiera tiene luces y sombras.
fuente: https://www.bbc.com/